3 noviembre, 2025

Milei y los gobernadores: el consenso de la esclavitud laboral

El tiempo de la política no es nunca, de inmediato, el tiempo de lo social. Ganar en las urnas no equivale, mecánicamente, a imponer nuevas relaciones de fuerza a escala social. Aun huérfana de representación política, la resistencia social puede operar de mil maneras, emergiendo aquí y allá. Debería saberse: tras dos años de gestión mileísta, parte esencial de su agenda sigue en stand by. Las privatizaciones, nodo de aquella tosca retórica anti-estatal, son aún más promesa que realidad.

Esto no implica desconocer el triunfo electoral del pasado domingo. Pero ese 40% desnudó más la crisis del peronismo que las virtudes del oficialismo nacional. Milei operó como “mal menor” para porciones de la sociedad; como vehículo político del antiperonismo conservador; como bloqueo a aquel tiempo de inflación desgarbada que tuvo a Sergio Massa como protagonista.

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La izquierda logró romper parcialmente la polarización que construyeron Milei y el peronismo. Conquistando tres bancas nacionales, conformándose como tercera fuerza en PBA y CABA -con una votación histórica aquí-, expresó el rechazo convencido de fracciones de masas tanto al ajuste mileísta como a la tibieza peronista. El apoyo a Bregman, Del Caño, Del Plá y otras figuras condensó el aval a una alianza política que nunca especuló a la hora de confrontar el salvaje ajuste mileísta. Dentro y fuera de los muros del Congreso.

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Consciente de los límites de su triunfo, el Gobierno postula ahora una nueva gobernabilidad, anclada en un consenso de los de arriba, que tiene un único objetivo: redoblar las condiciones de explotación y opresión de un abajo ya saqueado y empobrecido. Esa empresa deberá sortear el tiempo de la lucha. Desde el pasado reciente, desde 2017, un fantasma, el de la resistencia en las calles, se despliega. Viene al mundo para recordarle a Milei que vencer en una elección no es vencer en la lucha de clases.

Abrazados al ajuste

Efusivo, el abrazo entre Javier Milei y Osvaldo Jaldo desarmó ese breve auto-engaño en el que había abrevado una porción del voto peronista. Aquel que presentaba la unidad electoral como el camino para “frenar a la derecha”.

Enternecedor abrazo entre Osvaldo Jaldo y Javier Milei. Me acuerdo cuando hace una semana decían que había que votar al peronismo para “ponerle un freno a la derecha”. pic.twitter.com/r5t4VMbRUi

— eduardo castilla (@castillaeduardo) October 30, 2025

Tras la efímera elusión electoral, el gobernador tucumano volvió a su puesto de combate; junto al Gobierno nacional, Jorge Macri, Maximiliano Pullaro y muchos otros. No fue el único peronista presente. Desde La Pampa, Sergio Ziliotto dio el presente en este encuentro convocado para avalar las reaccionarias reformas que demanda a gritos el poder económico.

Exigido por Scott Bessent y Donald Trump, este nuevo tiempo acuerdista desnuda no solo los límites de la victoria oficialista sino, también, la fragilidad estructural de la economía, asistida ahora con el respirador oficial del Tesoro norteamericano.

Mal llamada “reformista”, la agenda de ajuste entrelaza reforma laboral, reforma tributaria y, ahora, reforma al Código Penal. La palabra “consenso” recubre, en este caso, un plan salvaje del gran poder económico, destinado a esclavizar aun más a la clase trabajadora, al tiempo que desfinancia el Estado en interés de la elite empresaria. Esa que, mientras exige nuevos “sacrificios” a las mayorías populares, radica empresas y domicilios en el extranjero con tal de evadir el pago de impuestos en territorio nacional. Emblemas de ese fraude; Paolo Rocca (Techint) y Marcos Galperin (Mercado Libre), están entre los más activos impulsores de la contrarreforma laboral.

Invitados a consensuar la nueva etapa del ajuste, los gobernadores se estancan en los laberintos de la política. El último domingo les deparó más de una amargura. Por un lado, el adelgazamiento de su capacidad de lobby parlamentario nacional; por el otro, el temor a que La Libertad Avanza encuentre terreno para competir exitosamente por el poder en sus distritos. Bajo esas tensiones, deberán negociar partidas y un Presupuesto 2026 que, amén de dibujado, contiene lineamientos de un ajuste violento.

Hacer la plancha nunca puede ser una estrategia

La conducción del peronismo se consume en la hoguera de su propia interna. La crisis actual condensa una declinación histórica, cuya última manifestación en el poder fue la fracasada gestión frentetodista. Esa crisis es la que empujó la “estrategia” de hacer la plancha frente al ajuste de la ultraderecha: dejar hacer a Milei, esperando su desgaste y caída electoral.

Las elecciones del 7 de septiembre radicalizaron esa esperanza. Desde ese día hasta el domingo pasado, Fuerza Patria fue la corriente del silencio, las frases esquivas y la moderación. Lo graficaron Juan Grabois, Jorge Taiana y Axel Kicillof compartiendo fotos, homenajes y presentaciones con la anacrónica dirigencia de la CGT ¿Cuántos votos les restaron esas imágenes?

Con su pasividad y sus traiciones, esa anquilosada dirigencia sindical peronista colaboró a la constante pérdida de derechos sindicales y laborales. Los convenios por empresa, que el gran capital ahora pretende generalizar mediante ley, tienen ya historial.

Frente a la amenaza gubernamental-empresarial, la CGT ya calibra una respuesta tan moderada como impotente: una “triple estrategia” que consiste en paralizar la fuerza de la clase trabajadora y entregarse al febril arte de la rosca. Esa perspectiva solo garantiza la derrota.

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Recuerdos de diciembre

Tiempo no tan lejano, diciembre de 2017 emerge del pasado para enrostrarle al poder la capacidad de combate obrera y popular. Tiempo de lucha en las calles, de resistencia a la represión, de crisis de la gestión macrista, también avalada por gobernadores peronistas.

Aquella resistencia eclipsó el “reformismo permanente” que Mauricio Macri había hecho flamear tras su importante triunfo electoral, dos meses antes. Demostró que ganar una elección no es, automáticamente, imponer nuevas relaciones de fuerzas. ¿El futuro repite el pasado?

Esa resistencia requiere preparación. En cada lugar de trabajo, en cada barrio, en cada facultad. Con la más amplia organización democrática. Con la decisión de luchar. Y hacerlo con la misma tenacidad que, a lo largo de dos años, se enfrentó el ajuste feroz de aquel Milei que había ganado con el 56% de los votos. Frente al consenso de la esclavitud laboral, la resignación no es opción.

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