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19 octubre, 2024

La tablita de Martínez de Hoz no duró: qué debe pasar para que esta vez sea diferente

—Joe, esto está complicado —le dijo el número uno del grupo Bunge & Born a José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de Argentina y del último gobierno militar—. La apreciación del peso es insostenible.

Era segundo semestre de 1979.

El ministro había recibido una inflación alta, producto de que el país en la primera parte de aquella década había congelado tarifas para frenar los costos, emitido para financiar el déficit fiscal y luego corregido todo de repente desatando una hiperinflación a mediados de los 70 que desestabilizó al gobierno de Isabel Martínez de Perón. Habían pasado casi tres años desde todo aquello y, sin embargo, Martínez de Hoz todavía no le encontrara la mano a bajar la inflación hasta que aplicó un programa llamado tablita cambiaria, un caso práctico del enfoque monetario de la balanza de pagos.

¿Qué dice esa teoría?

Que se fija el tipo de cambio, y las variables, como la inflación, se ajustan. El dinero resulta endógeno bajo esta concepción.

Específicamente la idea era que si el precio en dólares de los bienes subía 10% anual en el mercado internacional y la tablita preveía un aumento de 60% del precio del dólar en Argentina, el aumento del precio local de esos bienes debía rondar el 70%. Conclusión: la tasa de inflación sería una función de la inflación mundial y el ritmo de devaluación. Si la gente creía en el plan, las expectativas de inflación se irían ajustando a la evolución del dólar que el gobierno había pautado. Para el equipo económico, los empresarios habían sobreestimado la tasa de inflación y ahora había llegado el momento de ajustar márgenes. El precio del dólar fue preanunciado para los primeros ocho meses de 1979.

El equipo económico recibió pronto presiones del sector agroexportador para depreciar el peso: la tablita distorsionaba los números de los balances de las compañías.

No vamos a salir de la Tablita —les respondió Martínez de Hoz al número uno de Bunge & Born, Mario Hirsch, y a Orlando Ferreres, el economista y director del Centro de Estudios Económicos de ese mismo grupo.

“Nos fuimos de Economía al Banco Central”, contó una vez Ferreres sobre aquella reunión, “que en definitiva es dónde se había estudiado el esquema de la tablita”. Los economistas del Banco Central, Adolfo Diz, su presidente, y Ricardo Arriazu, tampoco cedieron.

—Al fin y al cabo, esto es un populismo de gente elegante —dijo Hirsch.

Martínez de Hoz no solo no flexibilizó la tablita sino redobló la apuesta en la Asamblea Anual del Fondo Monetario Internacional que se hizo enseguida, en octubre de 1979. Durante aquella gira, los periodistas acosaron permanentemente al ministro sobre si pensaba devaluar y abandonar la tablita. Ya se habían cumplido los ocho meses que supuestamente duraría el programa y había expectativas sobre si continuaba o no el plan. Estando allí, anunció una prórroga por ocho meses más, argumentando que el shock petrolero de comienzos de año había demorado los resultados esperados del plan [N.E.: en enero de 1979 el sha de Irán, Reza Pahlavi, fue depuesto por el régimen del ayatolá Khomeini y disparó el precio del petróleo]. “Todo irá bien de ahora en más”, afirmó. Una corazonada tuvo: en octubre la tasa de inflación resultaría 4,3%, la más baja desde julio de 1976. La inflación había sido 12,8% en enero y luego logró bajar a 7,4% en febrero y 7,7% en marzo.

Fue en esa misma reunión del FMI, en Belgrado, que Volcker anunció un aumento de las tasas de interés para frenar las tensiones inflacionarias en Estados Unidos. El economista había sido recientemente designado en su cargo por Jimmy Carter para justamente ocuparse de una estrategia antiinflacionaria que resultaría en un escollo para la de Martínez de Hoz: subir la tasa y apreciar el dólar a nivel mundial, perjudicando la competitividad de la economía argentina. Volcker bajó la inflación de 14,8% a 3,8% en dos años.

El historiador económico de la UTDT, Pablo Gerchunoff, escribió en X esta semana: “Hoy hay tablita cambiaría. No me gusta. La de Martínez de Hoz fue un desastre, pero su final hubiera sido otro sin el segundo shock petrolero y sin la respuesta (a mi modo desmesurada) de Paul Volcker. Cuidado con las comparaciones. La tablita de hoy puede durar”.

Arriazu, hoy uno de los economistas más defensores del plan Milei-Caputo, dijo una vez sobre el plan de Martínez de Hoz que no fue el atraso cambiario lo que causó su crisis sino “en febrero de 1980, cuando subieron los salarios fuera de lo que decía esa regla”. El salario del sector público se duplicó en dólares.

“De todas maneras, hay que considerar el ingreso de capital, la gran expansión que hubo hasta 1979 —contó Arriazu años después—, la gente comenzó a querer tener plata en Argentina. Y los bancos comenzaron a prestar”.

¿Una tablita a prueba de shocks externos, desequilibrio fiscal y crédito fácil duraría más y sería eficaz para desinflar? Fueron los escollos de Martínez de Hoz aquella vez. Hoy las tasas en EE.UU. parecen ir a la baja, el equilibrio fiscal es prioritario y el cepo ya no es mala palabra.

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