6 junio, 2025

La escuela, a pesar de todo

Leer a Melina Furman siempre es una experiencia estimulante. Escuchar sus presentaciones y entrevistas, también. No hay en ella afectación, tampoco soberbia de la inteligencia. Abundan preguntas curiosas, respuestas que no cancelan debates y una pasión por el aprendizaje y la enseñanza que emociona. Gerry Garbulsky, en sus múltiples iniciativas, y cada vez que puede, la trae nuevamente al mundo de las ideas. No podría ser otro más que él, alguien cuyo músculo vital es la pasión por aprender.

“…La educación debe enfrentarse a las tentaciones de lo lineal, lo abstracto, lo insípido y lo aburrido…”, escribe Axel Rivas y la pedagoga utiliza esos adjetivos para caracterizar el aprendizaje inerte. Es decir, aquel repetitivo, meramente memorístico y sin anclaje en los conocimientos destinados a nutrir nuestra vida y entender el mundo que nos rodea.

En una época en la que la palabra “innovar” aparece en todos los ámbitos de nuestra sociedad con la idea de arrasar todo, Furman ha entendido que, en educación, significa terminar con todo aquello que condicione el deseo de aprender de los alumnos. “Lo cambios no vienen por demolición” señala en Aprender distinto, y utiliza un ejemplo muy claro: no hay que reinventar la rueda, solo hay que limar aquello que evita que funcione bien, que la deforma, que la hace girar mal.

La escuela debe ser el centro de la trasformación, apunta. Pero no la escuela en abstracto, como idea, si no la real, aquella en donde se encuentran estudiantes y docentes. Allí es posible poner en práctica las herramientas para el cambio. Y también discutirlas, mejorarlas. Y descartarlas si no sirven para el contexto en que estamos. La escuela como espacio de aprendizaje total, como escenario de reflexión y transformación, como potencia singular para la formación cooperativa, como laboratorio de nuevas y revisadas metodologías de enseñanza y aprendizaje.

Siempre objeto de críticas, pocas veces elogiada, la pandemia ayudó a darnos cuenta del valor de la escuela, afirma. Allí se “…pone paréntesis a las desigualdades de origen, es un lugar de socialización y de bienestar emocional…” y si en ella se produce un aprendizaje profundo, puede colaborar para cambiar la forma de estar en el mundo de quienes la transitan. No solo se aprenden en sus aulas contenidos, prosigue entusiasta Furman, es un lugar, que bien conducido y vivido, influye en gran parte de la existencia de sus integrantes.

Un efecto tenaza, parafrasea la autora a Axel Rivas, es necesario para que avance y funcione cualquier transformación educativa: por un lado, las políticas educativas y las condiciones de trabajo de los docentes y, por el otro, una mirada atenta, amorosa y reflexiva para la mejora de lo que ocurre realmente en cada una de las instituciones escolares, al tiempo que se avanza en una reforma de la pedagogía que apunte a lograr un triunfo de los aprendizajes profundos sobre los inertes.

Los aprendizajes profundos son aquellos que nos enseñan contenidos más habilidades, para poder hacer cosas a partir de lo aprendido y aplicarlo en contextos diferentes. Son esos que podemos contar a otros con seguridad y que conectan con la natural curiosidad y afán de conocer de la especie humana. Suceden en las escuelas, pero no son los preponderantes.

Por eso, en el aula y en los espacios escolares es donde la centralidad del cambio está destinada a ocurrir día a día sin descuidar las otras partes de esa tenaza que, con distintas velocidades, van a contribuir a reducir las trabas de una rueda que no avanza como quisiéramos.

La educación está bajo el asedio de una realidad desigual y que laboriosos docentes se ocupan de contrarrestar con las metodologías de una profesión no valorada socialmente con la justicia que merece. Igualmente, el aula es el territorio por antonomasia para que la educación tenga sentido para quienes aprenden y quienes enseñan. Se requiere operar en ella con realismo, modestia y ambición, tomando ideas y probándolas, discutiendo metodologías con pasión y argumentos probados en la práctica. Con ánimo y en la escuela, a pesar de todo.


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