Tres personajes fueron indispensables en la historia futbolística de Joaquín Andrés Irigoytía, mayormente conocido como el Vasco: su papá Antonio, Ubaldo Matildo Fillol y Amadeo Carrizo.
“Mi viejo, Teco, fanático de River, me vestía como el Pato Fillol y me iba a patear al Parque Unzué, acá en Gualeguaychú, cuando tenía 5 o 6 años. Con el tiempo hice una linda relación con el Pato y le conté que era arquero por culpa de él y de mi papá”.
“Por un amigo de mi viejo, que a su vez era conocido de Amadeo Carrizo, fui a una prueba de River cuando tenía todo preparado para ir a Racing. Tenía 14 años. En un momento de la práctica aparece Amadeo y le dice al entrenador que yo era su pollo. ‘Atento con el morochito este que es mi pollo‘, les tiró. Y así empezó mi carrera en River”.
Joaquín Irigoytía tiene ahora 48 años. Vive, desde su retiro en el ya lejano 2006, en Gualeguaychú, donde es un reconocido abogado comercial y ambientalista. “Me aparté absolutamente del fútbol. Vi y pasé por cosas que no me gustaron y decidí correrme por completo”, le cuenta a Clarín.
Irigoytía llegó a River a los 14 años y pasó por varias pruebas hasta que quedó en el plantel de la Octava, que tenía cinco arqueros. “Un mundo distinto. El titular tenía barba y medía 2 metros. Me costó muchísimo hacerme un lugar”, explica.
-¿Fueron duros los primeros meses?
-Entrenaba toda la semana y no iba ni al banco; era difícil. Además, extrañaba a mi familia y a mis amigos. Muchas veces pensé en dejar hasta que encontré una solución: viajaba todos los días de Gualeguaychú a Buenos Aires con una camioneta del banco y los fines de semana me quedaba en el pueblo porque no jugaba. Ya en la Séptima me pusieron de titular y me mudé a una pensión con el Flaco Saccone y unos chicos más de Rosario.
Fue de menos a más el Vasco en el arco de River y su nombre empezaba a resonar por los pasillos del Monumental. Fue campeón y figura en la Quinta y Mostaza Merlo lo convocó para la Selección Sub-17. Años después, fue pieza fundamental de la Sub-20 campeona en Qatar 1995. En épocas sin redes sociales, Irigoytía fue viral en aquel torneo consagratorio de los “chicos de José”. Volvió al país envuelto de gloria y se lo señalaba como el arquero del futuro. Debutó el 25 de junio de 1995 en un Vélez 3-1 River con Carlos Babington como entrenador. Hizo una producción de la revista El Gráfico junto a Fillol y a Carrizo.
Pekerman Sorin Biagini Ibagaza Pena Irigoytia Mundial Juvenil Sub.20 Doha Qatar Arabia Pekerman Sorin Biagini Ibagaza Pena Irigoytia Mundial Juvenil Sub.20 Doha Qatar ArabiaPero sería Ramón Díaz el que le daría la confianza en un momento en el que Germán Burgos no rendía y era cuestionado. Y también el que lo sacó. “Hasta que un día vino Ramón y me dijo que tenía que poner de titular al arquero de la Selección argentina. Lo entendí, más allá de que no lo compartí porque creo que estaba en un gran momento. No pedí explicaciones. Después de eso me costó muchísimo volver a jugar”, recuerda el Vasco, quien completó 20 partidos en River y ganó 4 títulos (Apertura 1997, Clausura 1997, Copa Libertadores 1996 y Supercopa 1997).
-¿Te fuiste mal de River?
-Sí, porque me destrataron los dirigentes. En un momento, en River no iba ni al banco, ya estaba Tito Bonano, y pedí que me dieran a préstamo para poder sumar minutos Yo tenía 20 o 21 años y quería jugar. Tuve sondeos de equipos de acá y los dirigentes no quisieron, supongo que por miedo a que me vaya bien y se les vuelva en contra. A principios de 1998 fui 6 meses a Hércules de España y cuando volví ya me separaron del plantel sin explicaciones.
-En todos esos años compartiste planteles con fenómenos como Francescoli, Crespo, Ortega, Gallardo, Salas, Cruz y muchos más. ¿Cuál fue el que más te sorprendió?
-A mí me encantaba como jugaba Marcelo Gallardo. A él no lo dejaron ir a Qatar porque ya estaba en Primera. Me acuerdo de que en las Inferiores lo comparaban con Bochini. Marcelo tenía una calidad superlativa y parecía que jugaba más elevado que el resto: lo veía todo. Además, era guapo.
Joaquín Irigoytía atajando con la camiseta de Colón de Santa Fe. -¿Te lo imaginabas como entrenador?
-Sí. Y no solo por sus características como futbolista, sino por las inquietudes que ya mostraba. Era un jugador que llegaba al vestuario en el entretiempo y hasta pensaba en los cambios que podían hacer los rivales. Algo parecido hacían Leo Astrada con Hernán Díaz.
En 1999, Irigoytía dejó River y firmó con Colón de Santa Fe. “Jugaba por el pancho y la coca; por el famoso 20 por ciento”, dice. Ahí, en el Sabalero, compitió con su amigo Leonardo Díaz y fueron alternando. “Me fue bastante bien hasta que a un técnico le abonaron una deuda con el porcentaje de un jugador, que era arquero, y empezó a atajar. Todas esas cosas que pasaban -y que calculo siguen pasando- son las que me alejaron del fútbol. A la distancia lo analizo y pienso que pude haber tenido mejor cintura, no ser tan vasco cabeza dura. Pero para mí las cosas son de una manera o no son”, asegura.
Los que siguieron fueron años complejos para Irigoytía. Tuvo pasos fugaces por Cerro Porteño, Cobras (México), Almagro y Lanús. En todos jugó poco. La idea del retiro se empezó a corporizar y apareció la posibilidad de estudiar abogacía, la profesión de su papá Antonio.“En 2006 fiché en Aldosivi y fue el mejor momento de mi carrera: la rompí. Nos salvamos del descenso y me llamaron de un par de clubes de Primera. Pero yo ya tenía decidido estudiar. Así fue como enterré al jugador de fútbol”, explica.
-En total, disputaste 55 partidos en Primera División. ¿Te quedaste con ganas de más?
-Estaba todo dado para que mi carrera sea mejor, pero fallaron cosas que no tenían que fallar. Por ejemplo, yo llegué a Primera casi sin pasar por la Reserva y sin jugar amistoso; eso me jugó en contra. Después, creo que no fui funcional a los intereses del fútbol. Me tocó ver cosas feas, la verdad. En un momento me encontré con que le tenía que pagar a más de 3 personas para jugar.
Irigoytía fue elegido como el tercer mejor jugador del Mundial Sub-20 de Qatar 1995.-¿Es cierto que nunca más volviste a una cancha?
-Empecé a estudiar en la Universidad de Belgrano y se me abrió otro mundo. Recién el año pasado volví a la cancha de River porque una de mis hijas me insistió que quería conocer el Monumental. Fue la primera vez desde 2006. Los dirigentes me recibieron bien: creo que son personas jóvenes y que vienen con otras ideas, mejor preparados. La pasé bien ese día, pero sigue habiendo algo en mí que todavía no me lo puedo sacar. Sigo pensando que mejor lejos que cerca del fútbol.
-Además ahora sos un abogado exitoso en Gualeguaychú.
-Me va bien. Y mucho se lo tengo que agradecer a mi esposa Natalia, que siempre me apoyó y me alentó. Me recibí en 2010 y desde entonces trabajó de abogado. Tengo mi estudio jurídico y estoy con una de mis hijas, Belén. Hacemos de todo menos las cuestiones penales, que no me gustan. Participamos con distintas asociaciones en acciones colectivas, principalmente en temas ambientales o de derechos de consumidores. Y con la familia también vendemos casas y lotes en el predio Altos de Ñandubay, a pocos kilómetros de la ciudad. Así, mi trabajo es la abogacía y mi negocio la venta del barrio e inmuebles.
-¿Te quedaron muchas camisetas o recuerdos del fútbol?
-Poco y nada. Tengo el Balón de Bronce que me dieron en el Mundial de Qatar, el buzo de cuando empecé a jugar en Primera y alguna camiseta de la Selección. No mucho más que eso.
La opinión sobre Dibu Martínez
Un tema indispensable en una charla con Irigoytía es Emiliano Martínez, el arquero que contra Paraguay batió el récord de minutos (622) sin goles en la Selección. «No hay mucho para decir del Dibu que no se haya dicho. Algunos le generaron una imagen de loco que no la demuestra en el arco: es sobrio, seguro, concentrado. Siempre está bien ubicado y tiene una agilidad poco habitual en un arquero de físico tan grande. Utiliza todo el cuerpo para tapar y eso me encanta; es lo que más me gusta de los arqueros que juegan en Europa. Dibu es de lo mejor que le pasó a la Selección. El de arquero es un puesto cuestionado, criticado, y él logró convencer a todos. Lo que ganó lo tiene merecido porque la peleó y eso tiene un valor doble. Es de los estilos de arqueros que me gustan a mí: yo pretendí tener ese estilo. Hay arcos en la Argentina que no son nada fáciles y él tiene personalidad y cualidades para estar donde está», analizó el Vasco.