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27 noviembre, 2024

Esos poderes de Messi que Maradona no tuvo

Obsesionados, millones de compatriotas (muchos millones) se perdieron por años el disfrute del Lionel Messi más joven y pletórico, se negaron al éxtasis de verlo jugar y decir, orgullosos: «¡Es argentino!».

Era más importante marcarle que cobraba en euros y que si un día aparecía por la Copa Libertadores sería incapaz de superar a los defensores.

Borrado de un plumazo y para siempre el sesgo anti Messi en las mágicas semanas de noviembre y diciembre de 2022, ya nadie discute en Argentina lo que es como jugador y lo que representa como fenómeno, que puede parecer lo mismo, pero no lo es.

Hace un año, Messi puso a Argentina en las primeras planas y en la apertura de los informativos de todo el planeta. Un año más tarde, lo mismo está sucediendo con Javier Milei.

De antes, noviembre de 2020, data la tercera ocasión reciente en que Argentina copó absolutamente la atención mundial: la muerte de Diego Maradona y el indescriptible velorio en la Casa Rosada.

Messi, Milei, Maradona: tres «M» con puntos en común y muchas diferencias.

Maradona y Messi besan la Copa del Mundo. Foto: AFPMaradona y Messi besan la Copa del Mundo. Foto: AFPMessi es la encarnación clara de un fenómeno que, un año después de haberse producido, sigue sin explicarse del todo.

Seguramente muchos lectores estuvieron en la 9 de Julio el 18 y el 20 de diciembre de 2022, no hace falta recordar lo que fue aquello.

Pensemos, ahora, qué sucedería con un adolescente si un fin de semana sus padres se van de viaje, le dan las llaves de casa, quizás una casa con jardín, mejor aún si tiene pileta, y le dicen: es tuya, hacé lo que quieras el fin de semana.

Es muy probable que el adolescente organice una fiesta. Es muy probable que a esa fiesta lleguen sus amigos, los amigos de sus amigos, muchos contactos de Instagram y gente que ni siquiera sabía que existía.

Esa fiesta, ese descontrol, puede terminar en tragedia. La de Argentina el 20 de diciembre de 2022, también.

Locura por la Selección Argentina aquel 20 de diciembre. Foto: APLocura por la Selección Argentina aquel 20 de diciembre. Foto: AP¿Por qué no sucedió? Eran entre cuatro y cinco millones de personas a las que se les prometió algo que no se cumplió. Sobraban razones para la ira y la protesta. No hay una respuesta científica, nadie podrá tener la respuesta definitiva, pero se puede teorizar: los argentinos estaban simplemente felices de estar felices, pero lo que sucedió, y sobre todo lo que no sucedió, está relacionado con los poderes de Messi.

Poderes que lo convierten hoy en el principal sostén del soft power argentino, porque Messi es una leyenda, pero es también poder blando, el gran elemento que sostiene la marca argentina, el abrepuertas de un país con gente muy capaz de abrirse camino en cualquier lugar del mundo, pero que, como todos, necesita de ayuda.

Messi es hoy una sensación que todos entienden y todos comparten. De Buenos Aires a Katmandú, de Teherán a Bogotá.

El valor de Messi es incalculable

Los más veteranos vivimos y disfrutamos por años de las ventajas del «¿Argentina? ¡Maradona!». La frase sigue sonando, pero la que se impone hoy es «¿Argentina? ¡Messi!».

Durante el Mundial, una favela de Río de Janeiro, la de Morro do Dendê, pintó sus calles de celeste y blanco. Fue solo lo más evidente de un fenómeno inédito, impensado: un sector importante de nuestros vecinos latinoamericanos quería que ganara Argentina. La Argentina de Messi.

Permiso para la broma y la exageración: que haya gente en Latinoamérica que nos quiera ver ganadores es casi más trascendente que la conquista del propio Mundial.

El fenómeno continúa, con hinchas bolivianos y peruanos en las eliminatorias deseosos de que su selección pierda, porque lo que les importa es la Argentina de Messi.

O con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, diciendo que «Messi debería servir de ejemplo a los jugadores brasileños».

Un misil a Neymar, gran fan de Jair Bolsonaro, aunque lo importante es que se trata de algo inédito: un presidente de Brasil, que en este caso sabe además mucho de fútbol, diciendo que el mejor argentino es un ejemplo a seguir para los suyos.

Inviable en los años de Maradona.

Locura por la Selección Argentina en su regreso de Qatar 2022. foto: AFPLocura por la Selección Argentina en su regreso de Qatar 2022. foto: AFPMaradona hizo sentir orgulloso a todo un país y le dio, nos dio, el título mundial en México 86, apenas cuatro años después de la Guerra de las Malvinas. Y muchas otras cosas.

Pero Maradona era, claro, mucho más que un futbolista. Maradona fue un destilado de la argentinidad, o de cierta argentinidad.

Por años fue imposible entender a Maradona sin entender Argentina antes, pero llegó un momento en el que se hizo imposible entender Argentina sin entender antes a Maradona, tan imbricados y parecidos se tornaron ambos.

Argentina y Maradona: mucho talento, mucho potencial y un momento en la vida de ambos en el que ese talento y potencial explota al máximo y los lleva muy lejos, a la cima.

Aunque también: Argentina, Maradona y la eterna pregunta de cómo se pudo llegar a esto.

Maradona encarnó la Argentina brillante y soberbia, la Argentina convencida de su destino de inevitable potencia. Por eso, también, Maradona se permitía opinar y dictar sentencia sobre todo: sobre George Bush y el Papa, sobre la FIFA, sobre sus ídolos Fidel Castro y Hugo Chávez. Podía decir una cosa y la contraria, amar y odiar a la misma persona sin demasiado tiempo de diferencia.

Y así como era un enorme talento en muchos aspectos y una persona de buen corazón, era muy bueno también descalificando, hiriendo, agrediendo, enfrentando.

Otra vez: Maradona se pareció demasiado a su país.

Messi y Maradona, parecidos dentro de la cancha pero diferentes afuera. Foto: Juano TesoneMessi y Maradona, parecidos dentro de la cancha pero diferentes afuera. Foto: Juano TesoneComo hijo de una buena educación pública, Maradona fue un hombre que conocía el sentido y el peso exacto de cada palabra. Un talento para expresarse pese a que nació y creció en condiciones muy humildes.

Messi, hijo ya de una Argentina invertebrada, no tiene ese talento, su vocabulario es reducido, sus frases son cortas, sin demasiada profundidad. Así se siente cómodo él y así fue moldeando una argentinidad futbolera (y una argentinidad) diferentes. Hasta confundir incluso a la ex presidente Cristina Kirchner, la cuarta primera plana mundial, de estos últimos años, que cuando escuchó el «andá pa’llá bobo» elogió la «maradonización» de Messi.

Nada de eso, si algo logró Messi en el Mundial es terminar para siempre con la obligación de ser visto bajo el prisma de Maradona. Por eso también se lo ve tan feliz en el Inter Miami con David Beckham.

Hace un tiempo, esa sociedad pública de un argentino con un inglés hubiera merecido reparos.

Si no los hay, es porque la Argentina de hoy no es Maradona, es Messi. Y es por eso que hoy el fútbol argentino y la Selección Argentina pueden ser queridos en la región. Con la Argentina tomada por el espíritu de Maradona, que era en realidad todo un espíritu nacional, no era posible.

Si la fiesta del 20 de diciembre de 2022 terminó bien es porque había ganado la Argentina de Messi.

¿Qué hubiera dicho Maradona a bordo de ese micro que no iba para ningún lado? Imposible saberlo hoy, pero seguramente no habría mostrado esa impasibilidad que externamente transmitió Messi. Con la actitud que mostró, Messi -y con él sus compañeros- contribuyó a evitar un incendio.

Y eso, en un país tan pródigo en llamas, es mucho, muchísimo.

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