15 abril, 2025

Andrés Neumann, el judío errante que trajo a la Argentina a Darío Fo, Pina Bausch y Tadeusz Kantor y Vittorio Gassman

En el mismo hotel en el que se alojaba cada vez que llegaba como turista a Buenos Aires, hoy reside Andrés Neumann. Se siente cómodo, a gusto y es el único inquilino permanente en ese edificio. Productor, curador y divulgador de teatro, esta pieza fundamental para la difusión internacional de artistas y espectáculos se mudó a la Argentina hace dos años, después de haber vivido durante cinco décadas en Italia. Fundador de Andrés Neumann International, empresa que cerró hace unos años, sigue en actividad y con varios proyectos en nuestro país.

Darío Fo, Pina Bausch, Tadeusz Kantor y Vittorio Gassman vinieron a la Argentina gracias a él. Sentado sobre su escritorio, y echando mano a su biblioteca para ilustrar con libros sus palabras, este hombre de 81 años, que ha recorrido el mundo desde muy pequeño, es una fuente inagotable de anécdotas. ¿Escribir un anecdotario? Dice que no. Él donó un archivo con su historial al Centro Cultural Il Funaro de Pistoia (Italia), para que otros lo consulten y, en todo caso -como ya sucedió- escriban libros que recojan su trayectoria. Mientras tanto, él sigue haciendo.

A los 18 años tuvo una novia que estudiaba teatro en el Liceo Francés de Montevideo. Él la acompañaba y se quedaba esperándola mientras ella ensayaba. Un día el profesor lo invitó a ser parte de la clase, pero él no sabía francés. Ni conocía mucho de teatro. Lo llevaron a una cabina y fue el encargado de sonido de las obras. Por esa puerta -teñida de romanticismo y azar-, Andrés Neumann descubrió su pasión.

Por muchos años su especialidad fue la ambientación sonora. Y durante 10 años trabajó en el circuito independiente teatral de Montevideo, como sonidista, por lo que obtuvo varios premios. Luego se dedicó a la realización de ambientaciones audiovisuales.

Andrés Neumann se define, entre otras cosas, como “un judío errante”. Foto Ariel Grinberg

Su historia en primera persona

Es un “judío errante”. Nacido en Cochabamba, Bolivia, en 1943, asume esa definición. Su historia es muy atractiva. Poética. Sus padres eran austríacos, ambos judíos. Llegaron a Bolivia escapando del nazismo, en 1938. Cuando Andrés tenía 5 años, se mudaron a Uruguay. Como en su casa solo se hablaba alemán, empezó la escuela primaria sin saber una palabra en español. A los casi 30 años, en 1972 viajó a Francia: obtuvo una beca por dos años en el Festival de Nancy, otorgada por Jack Lang.

Allí conoció a muchos artistas con los que más tarde trabajaría. Luego, estando Uruguay bajo la dictadura militar, ya no podía regresar a ese país. Entonces, con su mujer y su pequeña hija, se trasladó a Italia; vivió primero en Florencia, por diez años, y luego en Roma. “Las mujeres fueron muy importantes en mi vida”, dice. Tanto que por un amor, hace unos veinte años dejó todo y se mudó al campo, en la Toscana. “Cerré la empresa y me fui. Seguí trabajando, pero ya no con esa estructura que tenía”. Hasta hace diez años, y por una década, trabajó exclusivamente con la compañía de Pina Bausch, organizando giras. Y después llegó la etapa actual, en la que se dedica a mentorías y coaching.

Neumann no estudió en la universidad, pero ostenta títulos que no se obtienen en las aulas: Ciudadano del mundo. O leyenda viva. Reconoce que en la época en la que Kive Staiff dirigía el Teatro San Martín, pudo traer a artistas internacionales al país.

“Vittorio, en esa época, era un ídolo, como si fuera un jugador de fútbol”, recuerda lo que sucedió en los ’80 cuando trajo a Gassman a la Argentina para hacer teatro. “Todo el mundo lo conocía. Era muy gratificante trabajar con él acá, por su popularidad”, dice. Pero más interesante le resultó traer a Darío Fo, con Misterio bufo, al San Martín. “Se complicó mucho… En esa época, el arzobispo de Buenos Aires hizo una declaración un mes antes de que viniera Fo, diciendo que iba a venir este artista italiano, que era muy blasfemo, y pidió a los fieles que no fueran a verlo. Luego hubo actos de vandalismo, rompieron los vidrios del teatro y hubo que suspender una función”, recuerda.

Neumann cuenta que, en una época durante los veranos solía cena con Fellini y Mastroianni. Su anecdotario no descansa. Foto Ariel Grinberg

Trabajó con Marcello Mastroianni -que hizo más cine que teatro-, pero nunca lo trajo a nuestro país. “Hacía mucho menos teatro que Gassman. Lo encontraba más cuando me veía con Federico Fellini, que era muy apasionado del teatro y siempre vino a las grandes producciones que yo hice en Roma, y se interesó mucho por Pina Bausch e incluso la llamó para una película”, recuerda. Neumann cenaba en Roma, en los veranos, con Fellini y Mastroianni.

“La experiencia teatral no se compara con ninguna otra cosa”, sentencia. “El espectador es mucho más parte de la acción de lo que se imagina. En la película, que el público esté o no esté, no cambia”, compara. “En Buenos Aires el teatro está vivo, mientras que en el resto del mundo las artes escénicas están sufridas”, afirma. “Buenos Aires es muy especial. Y no lo digo yo. Lo dice mucha gente, por ejemplo, Francis Ford Coppola”, continúa. “La creatividad que se mueve acá, para que haya 350 teatros trabajando todo el tiempo…”, reflexiona. “No sé si todo lo que se ve es tan bueno. Pero no importa. Lo que importa es la generosidad de toda esa gente poniendo pasión en lo que hace. Eso es maravilloso. Y el público de Buenos Aires es parte integral del sistema”, agrega.

Neumann y las argentinas, un vínculo apasionado

Pero no todo es color de rosas. “La compañía teatral de vanguardia más importante del mundo tiene sede en Bélgica y se llama Peeping Tom; esa compañía es como si fuera la heredera de Pina Bausch. Gira por todo el mundo y es reconocida en todas partes. La directora es argentina; se llama Gabriela Carrizo y es cordobesa. Pero ningún amigo mío del ambiente del teatro en la Argentina la conoce. Eso es inexplicable”, se plantea.

Dice que cuando trajo a Gassman a la Argentina, en los ’80, “Vittorio en esa época era un ídolo, como si fuera un jugador de fútbol”. Archivo de Neumann

“Con Messi todo el mundo está feliz. Pero los teatreros no valoran lo que sucede afuera con los artistas argentinos. Eso antes no pasaba. A Alfredo Arias, que tuvo mucho éxito en París, acá se lo respeta por el éxito que tuvo en Europa”, pone por ejemplo. Y cuenta que hace muy poco dio una charla en la UNA (Universidad Nacional de las Artes) y tuvo la misma sensación de desconocimiento de los artistas argentinos que son reconocidos en el exterior. Pero como es una de cal y otra de arena, valora la existencia de una universidad de las artes. “Es el único país del mundo que conozco que tiene formación universitaria en artes”, dice.

Eligió la Argentina para vivir, de modo natural. En su último viaje como turista, del aeropuerto al hotel, mirando las calles de Buenos Aires, decidió quedarse. “Siempre tuve mucha conexión con la Argentina. Mis mejores amigos, inclusive en Europa, siempre fueron argentinos. Y tuve mujeres argentinas. Tuve novias argentinas. Y la madre de mi hija era argentina. Se ve que son muy bonitas”, dice Neumann.

Y en cuanto a la mujer más importante de su vida, Lily Salvo, dice que era una pintora extraordinaria, que conoció en Montevideo. “Fue un escándalo terrible, porque yo tenía 25 años y ella, 40. Era de la alta burguesía. Y estaba casada, y tenía dos hijos adolescentes. Lily nació en La Plata, pero, siendo pequeña, su familia se trasladó a Montevideo. Ella es personaje, con su nombre, en Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato”, afirma Andrés, con orgullo. “Lily era amiga de Sábato, de Pablo Neruda, de Borges… Todo eso era deslumbrante para mí”, continúa. Con ella emigró a Europa. Y estuvieron juntos durante 20 años.

Es padre de tres hijos: un hijo “del corazón” -del primer matrimonio de Lily-, Mara -de su matrimonio con Lily Salvo- y él último, fruto de su relación con una mujer italiana. El mayor siguió sus pasos, se dedica a la producción, tiene una agencia en Italia “y trabaja con artistas como Claudio Tolcachir”, cita. “Es lindo transmitir la profesión a los hijos. Mara actualmente es la directora de producción del Festival de Cine de Roma”, dice. El más chico, de 23 años, estudia política internacional en Pekín.

Producir y divulgar hoy es muy distinto a hacerlo en los tiempos en los que comenzó Andrés. “No existían los subtítulos”, repasa. “Presentar una obra de Ibsen, dirigida por Ingmar Bergman, sin ningún subtítulo, en un festival en Italia, parecía algo que no podía funcionar. Y funcionaba. En el Festival de teatro de Florencia coproduje un Shakespeare, Hamlet, dirigido por Bergman, sin subtítulos. Y ni te digo la dificultad de hacer La clase muerta de Kantor, en polaco, que trajimos a la Argentina. Es algo difícil de entender ahora, porque exige una disponibilidad del público, una curiosidad e interés que no sé si hoy podría ser igual que antes”. En aquel entonces, “era vender algo muy difícil de vender”.

Me dedico mucho a las redes. Me doy cuenta de que en Instagram logro interesar mucho a la gente con los conocimientos que tengo y la información que comparto”, dice. “Siempre tuve la vocación de compartir lo que me parecía interesante”, afirma. “El motor es el mismo”. Antes, más artesanalmente. Ahora, con las facilidades que da la tecnología.

“Mi papá era ingeniero y yo pensé que iba a ser ingeniero como él. Pero yo no soy de las matemáticas, así que abandoné enseguida. Y soy un autodidacta”, dice. Al principio, siendo jovencito, de día trabajaba en la empresa de construcción de su papá, y de noche, hacía teatro, recuerda. Por las vueltas que da la vida, cuando Andrés se instala en Italia, su papá cierra la empresa y viaja a Europa. “Puse un océano entre mis padres y yo, pero me siguieron. Vos te reís -le dice a esta cronista-, pero yo no me reí en ese momento”, declara este hijo único, que incorporó a su padre en su empresa, que le aportó la mirada comercial. “Giras internacionales sin dinero, no se podían hacer”.

Sus proyectos

A los 81, Neumann no para: dictará talleres a lo largo de este año y para el 2026 tiene previsto montar una muestra de arte de Lily Salvo. Foto Ariel Grinberg

En la actualidad, Neumann, gran hacedor en el terreno de las artes escénicas, se encuentra activo en varios proyectos. Por un lado, dictará dos sesiones a través de la plataforma chilena Talleres de Bolsillo: El arte de actuar y el arte de ser -los sábados 26 de abril y 3 de mayo-. Luego, en mayo, comenzará a impartir una formación anual en torno al mundo de las artes vivas. Y será el encargado de inaugurar una sección de Alternativa que tendrá por objeto dar tutorías personalizadas a creadores que se encuentren desarrollando un proyecto artístico.

Para el año próximo, prevé la Muestra de Lily Salvo (1928-2010) en el Museo Nacional de Bellas Artes. Se trata de las obras de la artista platense cuya carrera se ha desarrollado en Montevideo, Florencia y Roma. Actualmente, Sofía Bresler viene trabajando en la catalogación y curaduría de la primera muestra en Argentina que habrá de Lily Salvo, donde se expondrá la obra gráfica inédita de la artista.

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