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8 octubre, 2024

El fenómeno Pompeyo Audivert, que convoca multitudes haciendo Shakespeare en teatro: «Entré en una zona consagratoria»

Un tipo que encarna la palabra prestigio. Eso no es algo de todos los días. Vimos actuar a Pompeyo Audivert en ese hit teatral imprevisto llamado Habitación Macbeth. De inmediato tenemos la posibilidad de entrevistarlo, invadidos por una capacidad de asombro.

-Sos una bestia.

-Jaja, gracias, qué bueno que te haya gustado. Y eso que no fue la mejor función. No estoy del todo bien de la garganta.

Tiene cara de llamarse Pompeyo Audivert. Si no supieras su nombre lo adivinarías. Bah, cara es otra cosa: lo de Pompeyo es lo que se dice un un rostro.

Habitación Macbeth, su unipersonal estrella, ahora es una obra que triunfa en el teatro comercial: llegó al Teatro Metropolitan, va por su cuarta temporada consecutiva, suma más de 350 funciones y ya la vieron unos 100.000 espectadores.

-Insólito, una de Shakespeare, escrita en el 1.600, lleva tanta gente como Paul McCartney.

-Que sea un fenómeno del boca a boca es lo sorprendente. Porque esto no es un actor de la tele que desemboca en el teatro y tiene su público. Esto funciona en el teatro comercial, pero es totalmente independiente. Medio ricotero el fenómeno, aparece por el costado. Eso nos viene muy bien, le viene muy bien al sector. Además, es muy intenso lo que sucede con el público, una suerte de comunión metafísica.

Pompeyo Audivert logró que la obra de Shakespeare llene un teatro de la calle Corrientes. Foto: Ariel GrinbergPompeyo Audivert logró que la obra de Shakespeare llene un teatro de la calle Corrientes. Foto: Ariel GrinbergLo mirás mientras hace café en su laboratorio de Monserrat, un lugar llamado Teatro Estudio El Cuervo. Parece Marty Feldman, el actor de El Joven Frankenstein, pero con el cuerpo del cantante de los Ramones.

Un producto de la pandemia

Solo de toda soledad. Habitación Macbeth es producto del aislamiento que provocó la pandemia. En su caso, habrá que entender el éxito individual como resultado del encierro colectivo. Ausencia de elenco, de director -se dirige a sí mismo-, Pompeyo (re)escribió, Pompeyo interpreta y lo acompaña, fuera de campo, Claudio Peña, un músico que trabaja a su lado desde hace 30 años.

-Cuando en la obra decís «hijo de puta», ¿eso también es Shakespeare?

Eso es mío, pero Shakespeare hablaba así, pasa que las traducciones limpiaron mucho su forma vulgar. Era un tipo procaz. No me acuerdo ahora la manera exacta en que está dicho, pero en una obra, tampoco me sale el nombre, un personaje responde «te metería el dedo bien bien en el orto».

-Jajajaja.

-Una locura, yo no podía creerlo.

-El teatro es un caso rarísimo ¿no? Un espectáculo que viene resistiendo casi a la vieja usanza medieval…

-Muy extraño. Yo cometí el error de meter una obra mía en una plataforma teatral tipo Netflix y después me arrepentí. No es lo mismo. El teatro es una experiencia extra cotidiana. Una metáfora de la reencarnación: el público va a ver a alguien que sabe que no es lo que dice ser. Identidades ficcionales. Un ritual que es sólo posible en el terreno de la presencia.

Pompeyo Audivert hizo mucha tele (con ella se compró su estudio), pero ahora está dedicado íntegramente al teatro. Foto: Ariel GrinbergPompeyo Audivert hizo mucha tele (con ella se compró su estudio), pero ahora está dedicado íntegramente al teatro. Foto: Ariel Grinberg-Sí, pero no es fácil arrancarnos del sillón del living.

-No es fácil, pero hay una voluntad que tiene la gente. El ritual del espectador de saber ponerse en suspenso. Hay algo que nos lleva al teatro. Y no sólo a los actores, también al público. Es una excitación poética la de la butaca.

-Está bueno eso.

-Es un pasaje a la clandestinidad del Yo y a la aparición de un campo ficcional de identidad que, en general, es más intenso que la misma realidad. Cuando se dice ritual, es que el teatro está hecho para constituirse en un mismo espacio al mismo tiempo. Los actores por un lado y los que acechan en las adyacencias: el espectador.

El actor frente al espejo

-Sos altísimo. ¿Jugaste al básquet?

-No, no, nunca fui bueno para los deportes.

-En una entrevista dijiste que no alcanza con actuar mirándose al espejo. ¿Qué quisiste decir?

-El teatro debe erigir un espejo para generar una unidad referencial con el espectador, pero de inmediato se debe arrojar un piedrazo frente a ese espejo para revelar que se trata de un campo ficcional, y que por detrás de esta ficción esta la realidad.

Pompeyo Audivert tiene cuatro hijos, de cuatro mujeres distintas. Y asegura que ellos son el centro de su vida. Foto: Ariel Grinberg Pompeyo Audivert tiene cuatro hijos, de cuatro mujeres distintas. Y asegura que ellos son el centro de su vida. Foto: Ariel Grinberg -A ver si entendí: ¿un actor que actúa como se vive no es un buen actor?

-El realismo en el teatro no puede ser erigir el espejo y conformarse con eso. Debe darse un paso más y arrojar el piedrazo para que se logre una sospecha que el teatro debe abrir. Y eso se puede hacer en la medida en que la actuación se vuelve, de algún modo, artificial. Por ejemplo en Habitación Macbeth, uno ve la obra y no hay duda de que está viendo Macbeth. Sin embargo, al mismo tiempo, uno me ve a mí, ve un solo cuerpo habitado por distintos personajes en un espacio que dice ser el castillo, pero no es más que un espacio con pocos elementos que refieren a esos lugares. Ese es el piedrazo.

-¿Y qué debe hacer el actor para lograr eso que decís?

-Trabajar desde un campo artificial, con movimientos discontinuos, movimientos que tienen que volverse trazos. Un cuerpo detenido, respirando, diciendo un texto sin moverse ya produce una tensión. El teatro es una zona de fantasmagorías, es onírico, astral.

Un hombre solo

-¿Sos un tipo solitario o es simplemente un unipersonal?

-Soy solitario, sí, desde hace ocho años estoy solo, no tengo pareja. No tengo ni siquiera novias. Estoy en una especie de estado monacal, entregado por completo a la investigación. Soy solitario, pero soy familiero.

-¿Hijos?

-Cuatro hijos de distintas madres y edades. Todos varones: uno de 34, un hijo de 23, uno de 22 y otro de ocho. A ellos estoy dedicado. Son el centro de mi vida.

Pompeyo Audivert tiene muchísimos actores argentinos a los que admira. Y se entristeció mucho con la muerte de Daniel Fanego. Fotoi: Ariel GrinbergPompeyo Audivert tiene muchísimos actores argentinos a los que admira. Y se entristeció mucho con la muerte de Daniel Fanego. Fotoi: Ariel Grinberg-¿Alguno sigue tus pasos?

-No, ninguno. Mejor.

-¿Qué clase de actor hay que ser para animarse a estar solo arriba de un escenario?

(Piensa 28 segundos) Un actor sobrenatural que busque en la actuación algo mas allá de la ficción de un personaje. Que sea una caja de resonancia que amplifique y no que sintetice.

-¿El unipersonal es un destino anhelado por el actor?

-Era un deseo, pero me lo ocultaba a mí mismo. Durante toda la vida me la pasé haciendo obras, fui siempre un actor de trabajar con otros. Soterradamente quería volver a mis comienzos en escenarios emergentes como el Parakultural, al trabajo unipersonal. Cuando llegó la pandemia, me recluí en mi casita de Mar del Sur y ahí me di cuenta de que el único teatro que quedaba en pie era mi propio cuerpo. Entonces reaparece esa fantasía que había estado medio lateralizada. Ahí decido llevar adelante Macbeth.

-Si en el 1600 aparecía la María Kodama de Shakespeare, ¿hubiera sido posible llevar adelante este «Macbeth» intervenido?

(Sonríe) No creo, Kodama me hubiera hecho una zancadilla. ¡Por diossss! ¡Pobre tipo el que escribió El Aleph engordado! ¿Juicio le hizo? Qué necesidad, como si Borges precisara custodios, viudos. Viudas.

Pompeyo Audivert. El perfil de un actor que recién ahora puede Pompeyo Audivert. El perfil de un actor que recién ahora puede «vivir de la boletería». Foto: Ariel Grinberg-¿Sentis que tu nombre está cada vez más asociado al prestigio?

-Siempre sentí que era identificado como un actor del teatro independiente que llevaba adelante una investigación del lenguaje muy particular. Cuando aparece Habitación Macbeth, esa posición que ya tenía estalla a otra escala y se vuelve masiva. Incluso en las clases de teatro empiezo a tener más alumnos de los que tenía. Siempre viví de las clases, recién ahora estoy viviendo de la boletería. Entré en una zona consagratoria diría, lo cual me alegra porque no tiene que ver con la televisión ni con el cine, sino con la misma aventura que vengo llevando adelante desde siempre.

-O sea, costó pero no transaste.

-Exacto, llegué con una obra en mi ley.

-Milei.

-¡No, por favor! Que no se confunda. En mi propia ley.

Prestigio y popularidad

-¿Tener «prestigio» significa renunciar a la «popularidad»?

-Sí, renunciar gozosamente a una serie de posibilidades que se abren. Yo renuncié a la televisión muy tempranamente. Hice Zona de riego a los 30 años, un programa que fue muy impactante. Después hice Gerente de familia, con Arnaldo André, con quien desarrollé un cariño muy grande, y con ese programa pude comprarme este estudio. Fue un plan.

Pompeyo Audivert dice que no está mirando series porque se le meten en su interpretación. Foto: Ariel GrinbergPompeyo Audivert dice que no está mirando series porque se le meten en su interpretación. Foto: Ariel Grinberg-¿No te gusta la carrera de Julio Chávez?

-No, es distinto, esos lenguajes no son mis objetivos. Mi investigación pasa solamente por lo teatral.

-¿Siendo Pompeyo Audivert podés permitirte admirar actores?

-Sí, claro, conocidos y no tanto. De los conocidos te puedo nombrar gente que admiro mucho: Carlos Belloso, Luis Machín, El Puma Goity, Jorge Marrale, Lorena Vega, Valeria Lois, Rodrigo de la Serna, con quien voy a hacer Hamlet. Actores que tiene una vibración poética y que trabajan con todo su cuerpo. Tampoco puedo olvidarme de Luis Ziembrowski.

-No tenés pinta de haber visto “Poné a Francella”.

-No, no lo veo. Últimamente ya ni siquiera veo series porque me afectan en la actuación. Si estoy enganchado con una serie por ahí después se me vienen imágenes que se cuelan. Me cuido. Por eso también trato de estar bien con todo el mundo. De llevar una vida muy poco neurótica. No pelear, estar bien con todas mis ex mujeres… Tenés que estar en estado de gracia. Las cuestiones personales pueden aparecer en la actuación. Pueden interferir.

Hay que impedir estar vulnerable a las fulguraciones neuróticas que te propone tu propia vida. La otra vez, cuando murió Daniel Fanego, a mí me afectó muchísimo. En una función, estábamos en Rosario, me aparecía su presencia a cada rato. ¿Que hice? Lo asumí y decidí incorporarlo. Trabajar con él. Lo admiraba. Hubo una función en que Habitación Macbeth no fue un unipersonal.

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