Cristina Kirchner y Axel Kicillof hablaron a mitad de semana, confirmaron a Clarín dos ministros del gobernador de Buenos Aires, tres ex ministros K, y tres intendentes del peronismo bonaerense. Las fuentes afirmaron conocer parte del contenido de esa charla de boca de los dos protagonistas de esa cumbre borrascosa. Kirchner no solo le reclamó a Kicillof que explicite en público el apoyo a su candidatura a presidenta del Partido Justicialista (PJ), también habría criticado nombres y modos con los que él administra la Provincia de Buenos Aires. Una pelea política, que incluye al poder y al dinero. Ni la expresidenta y exvice, ni tampoco el Gobernador, informaron sobre un posible encuentro cara a cara entre ambos. Voceros de Kicillof afirman que él les indicó que no hubo reunión con Cristina. Solo admiten que su jefe habló por teléfono con ella el último día de septiembre pasado. Antes de viajar a México. Él estaba en ese país cuando Ella visitó La Matanza. Sin avisarle.
El vínculo entre Kirchner y Kicillof ya no es el mismo que antes. Eso no significa que se haya desatado un combate peronista que vuelva irreconciliable a este contencioso entre un dirigente que siempre eligió el acatamiento de cualquier orden dada por quien todavía identifica como su líder política. La expresidenta es consciente, a su vez, que ejerce un influjo sobre el gobernador que excede al poder y se relaciona con los sentimientos, el cariño, si es que puede existir tal cosa en una relación así.
“No sé por qué ya no me quiere”, suele describir la situación Kiciloff.
Él a Ella no la tutea. Ella a él, en la intimidad, y no con tono sobrante, o de fastidio, lo llama “Axel”, estirando la “L” final. Incluso, a veces, le dice “Nene”.
Siempre de acuerdo a más de una decena de fuentes del peronismo bonaerense, algunas ya identificadas pero no con nombre propio porque así lo pidieron para hablar sin temor a desatar más enojos entre sus “compañeros”, Kirchner nunca fue tan dura hablando con Kiciloff como lo fue esta semana.
Palabras más, o menos, Ella habría empezado el diálogo así: “Decime, nene, ¿te vas a definir o no te vas a definir sobre mi candidatura en el PJ?”.
Kiciloff respondió usando un concepto que utilizó ayer en el primer comunicado oficial que emite sobre esta división en el peronismo: “Mire, Cristina. No puedo involucrarme en una interna del PJ. Sería imprudente porque el mensaje que tengo que dar es que me estoy dedicando a la gestión de la Provincia”.
Kirchner sostiene en la intimidad, hace alrededor de un mes, que se convenció de que Kiciloff intentaría liderar una rebelión en su contra.
En los últimos días, Ella misma, o través de voceros, insistió para doblegarlo. Lo criticó. Pegó.
Él se defendió. Para algunos dirigentes del peronismo bonaerense, la resistencia es débil.
“Axel, no podés ser indiferente. Nos debés la Gobernación. Definite”, le planteó Cristina, y volvió a intentar tocarlo con la espada de la palabra, como si la charla fuera un ejercicio de esgrima que culminaría con un vencedor y un vencido: “Y no me hables de tu gestión. Decime, ¿no te das cuenta que te rodean los mismos intendentes que antes estaban con Alberto?”.
Y Él: “Son los intendentes que ganaron sus distritos. No son de Alberto, son nuestros”.
No hacía falta que ninguno de los dos los nombrara. Ambos aludían al intendente de La Matanza, Fernando Espinoza; al de Avellaneda, Oscar Ferraresi; y al de Ensenada, Mario Secco. Todos en la actualidad “anti cristinistas” aunque hasta hace un año, antes de que el PJ perdiera las elecciones presidenciales con Javier Milei, eran subordinados totales de Ella.
Más allá de esos jefes comunales, el funcionario bonaerense que se lleva toda la obsesión crítica de los Kirchner es Andrés “El Cuervo” Larroque, ministro de Desarrollo Social de Buenos Aires.
Ex jefe de La Cámpora, hoy impulsa la “autonomía” de Kicillof, enfrentado a su examigo y exlíder, Kirchner (Máximo).
Hay motivos “ocultos” para la opinión pública que podrían explicar el fastidio de los Kirchner con Kicillof, que se extiende al ministro Larroque, y a su vez a los intendentes Ferraresi y Espinoza.
El Gobernador decidió delegar en esos jefes comunales, y en el ministro Larroque, espacios de poder en la gestión provincial que ahora alimentan su sostén político.
A Ferraresi, por ejemplo, le cedió la influencia sobre el Polo Petroquímico de Dock Sud, un negocio fundamental para los distritos del sur del conurbano bonaerense que pueden ser afectados o beneficiados por el pago de multas por contaminación en el Riachuelo, la instalación de viviendas en la zona, o el permiso de habilitación o cierre de empresas hidrocarburíferas y portuarias. Una de las localidades para las que el Polo Dock Sud es crucial es Quilmes. Su intendenta es Mayra Mendoza, de La Cámpora. Ferraresi la detesta. Y viceversa.
El mismo jefe comunal de Avellaneda también amplió su influencia en la administración de otra empresa pública, invisible para la enorme mayoría de los bonaerenses, pero que tiene incidencia en la gestión diaria, y en las finanzas, de los distritos más poblados del conurbano. Es el CEAMSE, es decir, la planta de tratamiento de residuos de toda el área metropolitana, que maneja a su vez la autopista que surca ese territorio, el Camino del Buen Ayre.
El CEAMSE tiene depósitos en el Polo Dock Sud.
Con el matancero Espinoza, la pelea de los K es similar pero distinta.
El dirigente ganó las últimas elecciones en el distrito en el que viven tres millones de bonaerenses. Jaqueado por un procesamiento por abuso sexual, dejó a los Kirchner y se alió a Kicillof.
El Gobernador delegó en Espiniza la administración, de modo informal, de la gestión de la viviendas en el conurbano bonaerense. Más poder para los intendentes del PJ ortodoxo. Menos para La Cámpora.
El malestar, el enojo K con “El Cuervo” Larroque también se genera por dos andariveles diferentes. Paralelas que se tocan. El ex jefe de La Cámpora es uno de los principales ideólogos e impulsores de la autonomía política de Kiciloff, y a la vez también es objetado por Cristina porque el poder que le otorga liderar el ministerio de Desarrollo Social le permitió crear una agrupación propia, “La Patria es el Otro”, que se nutre cada día de dirigentes de Buenos Aires que eran “camporistas” y dejaron de serlo.
Kicillof defiende a Larroque.
Y critica a Máximo. Cada vez más.
El hijo de los Kirchner es el adversario interno más severo que tiene dentro del PJ. En las últimas semanas hizo declaraciones críticas para el Gobernador.
Fueron palabras premonitorias, o acaso la preparación del escenario que hoy sacude al PJ.
Hace un mes, Kirchner hijo lideró un acto en el Club Atenas, de La Plata, puro de La Cámpora, y el Gobernador fue su objetivo crítico en casi todo su su discurso.
Kicillof le expresó a Cristina su desagrado por esa actitud: “Usted me dice no me operan en contra, pero su hijo hizo un acto a tres cuadras de mi casa (en referencia a la residencia oficial en La Plata), solamente para insultarme”.
Por desvaríos propios, hoy el PJ entró en una dinámica de final abierto y consecuencias difíciles de mensurar para sus afiliados y para la ciudadanía, gobernada en buena parte por dirigentes que se referencian en ese partido político, que funciona como sello para las elecciones, pero cuyas reglas internas no se ajustan a la normativa propia.
Una interna para definir la presidencia del PJ supondría una votación a nivel nacional de sus afiliados. Eso supone la impresión de boletas y el reparto de urnas para dos mil doscientos distritos de todo el país. El costo financiero de esta aventura está calculado, según apoderados del peronismo, en alrededor de 500 millones de pesos.
El PJ, al mismo tiempo, está acéfalo porque su anterior presidente, Alberto Fernández, presentó la renuncia tras el estrépito que generó la denuncia por violencia de género que radicó en los tribunales su expareja, Fabiola Yáñez. Antes de renunciar a la presidencia del PJ, Fernández había pedido una licencia que sí fue tratada por el Congreso del partido.
¿Su renuncia al cargo se efectivizó de acuerdo a lo que dicta la reglamentación interna? Ningún dirigente ni autoridad del Justicialismo se anima a comunicar que sí. Quizás porque ninguno lo sepa con exactitud. Cristina Kirchner anunció su postulación a la presidencial del PJ el viernes pasado. Se anticipó así a la difusión del fallo de la Cámara de Casación Penal Federal que ratificaría -como mínimo-, su condena a seis años de cárcel y la inhabilitación especial perpetua para ocupar cargos públicos por haber cometido delitos de corrupción en la causa conocida como “Vialidad”.
Para que esa condena quede firme, entonces, faltará solo la última instancia tribunalicia a la que apelará Kirchner. La Corte Suprema.
Fue Ella la que impuso esta frase para describir el devenir la política nacional: “Todo tiene que ver con todo”.