Con la mitad de la cuenta regresiva para ingresar al poder consumida, Javier Milei todavía tiene importantes organismos públicos cuyos nuevos directivos no fueron designados. En algunos casos, esos agujeros responden a dudas del presidente electo para dar con la persona indicada. En otros, a internas en su equipo de gestión -con la vicepresidenta Victoria Villarruel, por ejemplo- o entre los referentes del PRO, Mauricio Macri y Patricia Bullrich. También hay espacios y contramarchas que responden a negociaciones abiertas con referentes peronistas, en muchos casos simultáneas y en varios contradictorias.
Pero el tiempo se agota, y la ansiedad por ponerle nombre y rumbo a algunas oficinas públicas también proviene del exterior. Es lo que está ocurriendo con la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), la manoseada y desprestigiada casa de los espías oficiales argentinos, utilizada casi sin interrupción para hacer espionaje ilegal a opositores políticos, jueces, empresarios y periodistas.
El diseño y la conducción que se les dé a la AFI será uno de los mensajes más potentes que envíe la Argentina al mundo, junto con el equipo económico y el staff de la Cancillería.
Giros y sorpresas
Luego de varias reuniones con el ex titular de SIDE bajo la presidencia de Eduardo Duhalde, Miguel Ángel Toma, y una hoja de ruta con los lineamientos para el organismo que hace meses redactó un exdirectivo de Asuntos Jurídicos de la Agencia, el desplazamiento político de Villarruel convirtió esos proyectos en poco más que dibujos sobre el agua.
El desembarco de Patricia Bullrich en Seguridad y de su compañero de fórmula Luis Petri en Defensa, confirmó este lunes que aquellas áreas que Milei había delegado en su vice fueron recuperadas por él, y que los viejos planes fueron fulminados.
La AFI estaba en ese paquete finalmente deshecho. Tal como informó Clarín, en un primer esbozo para la Agencia figuró otro viejo compañero del presidente en Aeropuertos Argentina 2000, la cantera favorita para el gabinete. Se trataba de Sergio Tomaselli, ex técnico de sonido e iluminación de Telefé que trabajó con Marcelo Tinelli y terminó haciéndose su amigo, mientras ascendía en la estructura de la empresa de Eduardo Eurnekian.
Tomaselli, inexperto en temas de inteligencia nacional, cumplía en cambio otro requisito clave para la silla principal en la calle 25 de Mayo 11: la confianza personal con el presidente de la Nación. En este caso, el vínculo más estrecho es con uno de los dos hombres fuertes del próximo gobierno, el virtual jefe de Gabinete Nicolás Posse, otro producto de la escudería Eurnekian.
Pero dudas de ambos lados, y alguna movida sucia desde adentro de la AFI para aventar el nombre de Tomaselli, habrían echado su currículum a un cajón.
Mientras tanto, Posse ya había iniciado conversaciones personales con otro exfuncionario del macrismo, el titular de la Unidad de Investigación Financiera (UIF) Mariano Federici.
Mariano Federici, extitular de la Unidad de Información Financiera (UIF). Foto: Fernando de la Orden.
5 y 8, mucho más que 13
Durante su paso por la UIF, Federici trabó estrecha relación con organismos de inteligencia financiera de todo el mundo y también con agencias oficiales de espionaje. Cuando el kirchnerismo volvió al poder, se mudó a Estados Unidos y allí profundizó esos vínculos desde una empresa privada que trabaja en Washington, y en la que también reportan exfuncionarios de seguridad e inteligencia estadounidenses.
De esa nutrida red de relaciones habría llegado a la Argentina la sugerencia de incorporarlo a Federici al gobierno. Posse inició las conversaciones hace dos semanas, y siguen abiertas.
Quienes tratan al extitular de la UIF aseguran que la posibilidad de recalar en la AFI lo entusiasma mucho, pero no lo desespera: «Mariano está muy bien en Estados Unidos, profesionalmente creció mucho y su familia está muy contenta allá, además de vivir más tranquilo. Si la propuesta no se da, o quieren que ayude pero desde otro lado, no pasa nada«, afirman.
La eventual designación de Federici vendría acompañada por otra, de una persona de máxima confianza de Javier Milei: aunque ese círculo ya de por sí pequeño adelgaza día a día justamente porque sus integrantes van siendo nominados en el Estado, las miradas están puestas en Santiago Caputo, quien integró la comitiva que acompañó al presidente electo la semana pasada a Estados Unidos.
Si esa fórmula se confirmara, significaría también el fin de la intervención que Alberto Fernández dispuso sobre la AFI -con Cristina Caamaño, Agustín Rossi y ahora Ana Clara Alberdi, aunque todos bajo la sombra de Nilda Garré y sus viejos referentes en el espionaje, la política y los medios- y su normalización con una dupla de conductores: un jefe «político» y de extrema confianza del presidente, y un subjefe «operativo» y a cargo del trabajo en la Agencia.
Ese reparto de tareas, que se mantuvo durante todos los gobiernos hasta el actual, identifica a sus protagonistas con el piso del edificio en el que tienen sus oficinas: el 5 para el jefe, el 8 para el subjefe.
Apenas restan días para develar el misterio. Cuando eso ocurra, los elegidos también deberán coordinar su trabajo con la Dirección de Inteligencia Criminal del ministerio de Seguridad y la Dirección de Inteligencia Militar, en Defensa. Todas oficinas colonizadas por el militantes kirchneristas y usadas asiduamente para operaciones políticas y maniobras de espionaje ilegal.