El 2023 reflejará el peor año electoral de peronismo/kirchnerismo desde el retorno de la democracia. Más que una hipótesis, es una certeza a partir de que el justicialismo pasará a administrar la menor cantidad de provincias desde 1983 hasta hoy y, además, corre el riesgo de perder el gobierno.
Un histórico dirigente ya había vaticinado que el PJ pagaría un precio tan alto para superar este traspié y volver al poder, como lo pagó el radicalismo que pudo regresar a la Casa Rosada a medias -junto con Mauricio Macri- 14 años después de la debacle de la Alianza UCR-Frepaso.
De la mano de Cristina Kirchner, en el 2011, cuando después del fallecimiento de Néstor Kirchner venció en las elecciones nacionales por el 54%, el peronismo llegó a contar con 14 distritos propios, puros. Provincia de Buenos Aires, Catamarca, Chaco, Entre Ríos, Formosa, La Pampa, La Rioja, Santa Cruz, Santa Fe, Tucumán, Chubut, Tierra del Fuego, San Luis y San Juan. Y muchos gobernadores aliados.
Sin embargo la actual vicepresidenta que acompañó en la gestión de Gobierno a quien puso en ese lugar, Alberto Fernández, ahora conducirá al peronismo a la peor derrota de su historia reciente.
Pero existe un escenario mucho peor que nadie ase anima a imaginar. En caso de perder Buenos Aires y Chaco, el pejotismo sólo quedaría con la administración de 6 distritos: una catástrofe, porque de ser así Juntos por el Cambio cosecharía 11 provincias.
Un consultor político que suele trabajar con el oficialismo sostiene que, a nivel presidencial, al espacio Unión por la Patria lo tiene en un 31%, es decir, que 1 de cada 3 personas vota al kirchnerismo. Dividido en Massa 27% y Juan Grabois 4%. En la última elección legislativa del 2021, el Frente de Todos alcanzó el 34,5% a nivel nacional.
Esto indica que perdería tres puntos y medio, algo que no condice con el agravamiento de la situación económica actual. El dólar blue en aquél entonces cotizaba a unos $200; hoy está $570. El ministro-candidato, Sergio Massa, acaba de asegurar que la inflación va a cerrar en un 116%, mientras que el índice de pobreza alarma. En el primer trimestre saltó al 38,7% pero se estima que en los primeros seis meses alcanzaría el 41%, con un dato extra: la pobreza infantil llega al 54,7%.
Lo que en cualquier país seria lapidario para el oficialismo, en la Argentina parece no serlo, porque más allá de las causas el electorado siempre tiende responsabilizar a quien gobierna en ese momento. Aquí, tal vez, hay un alto grado de naturalización de la crisis.
En el Conurbano se está dando la paradoja que el intendente que va por la reelección mide más que Axel Kicillof y que Massa. Lo que provoca la sospecha de que algunos caciques podrían repartir boletas suyas, también con los candidatos a gobernador de Juntos por el Cambio. Incluso en la semana hubo un reclamo desde quienes organizan la campaña sobre la falta de apoyo de los intendentes hacia el candidato principal.
Un dirigente peronista se queja por el sistema de la larga boleta que limita al candidato a gobernador porque quien tracciones es el postulante presidencial o a intendente. «Es improbable que Axel mida más que la sumatoria de Massa y Grabois», señala.
Para colmo, la campaña bonaerense está envuelta de polémicas en algunos municipios como Tigre, por la pelea entre el jefe comunal Julio Zamora y la precandidata Malena Galmarini; en La Matanza porque el Movimiento Evita enfrenta a Fernando Espinoza y genera cuestiones como impedir que Massa haga una caravana por el municipio; o en Hurlingham, donde Juan Zabaleta vuelve a disputar su territorio con el candidato de La Cámpora, Damián Selci.
En este último caso, la disputa transita otros carriles. El Tribunal de Cuentas de la Provincia le reclama al camporista Selci la devolución de $670.730,91 (más intereses) porque había dispuesto durante el 2022 cuando estaba a cargo de Hurlingham -Zabaleta estaba de licencia y era ministro de Desarrollo Social nacional- el cobro de «capacitaciones remuneradas» del orden del 15% de su sueldo, para él y otros municipales, que el órgano de control no avala. Por eso pide que restablezca ese monto.
Volviendo a los cálculos electorales, un politólogo que monitorea para el oficialismo sostiene que “el voto peronista se compone por el voto kirchnerista fiel, más el miedo al macrismo encarnado en Patricia Bullrich y eso hace aglutinarlos, aunque el techo es muy bajo”. El peronismo no tiene de dónde sumar mucho más.
Pese a este paisaje dantesco, el kirchnerismo apuesta todo al efecto de la noche de las PASO, que algunos definen como la “batalla por la interpretación del electorado”. A que Massa sea el candidato más votado, y en segundo lugar se ubique Javier Milei, más allá que la sumatoria entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich conforme el espacio más votado. Fantasean con que ese “1 y 2” puede cambiar el panorama político. Una alquimia que sólo por tratarse de la Argentina, tiene un mínimo asidero.
La otra reconfiguración inevitable, probablemente sea la de Juntos por el Cambio si gana la elección de octubre Larreta o Bullrich. La figura de su fundador, el expresidente Mauricio Macri hoy está en un segundo plano, pero entra en contradicción cuando por un lado busca ser el gran elector de la feroz interna, y por otro, no tiene la certeza de quién ganará porque las encuestas no logran lidiar con el silencio del segmento no politizado.
Este lunes dará una entrevista y se espera que blanqueé el apoyo que le viene dando a Bullrich en privado, en detrimento de su ahora ex discípulo Rodríguez Larreta. No está claro si Macri pagará el costo político -aunque ya lo hace en privado- de tomar públicamente partido en esa interna. Podría agrietar aún más el PRO y alimentar la teoría de la fuga de votos después de las PASO, del sector perdedor.
Del lado de Bullrich no creen que se pronuncie abiertamente, sino que lo suyo sea un gesto más. Desde el larretismo también lo ponen en duda, pero más vinculado a que no está claro aún quién se impondrá el próximo domingo. Y ese punto es clave porque a Macri le preocupa más qué rol tendrá a partir del 13 de agosto y del 10 de diciembre si gana JxC, que terminar con la grieta interna en la coalición opositora, a la que él mismo terminó alimentando.