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27 noviembre, 2024

Dicen que Maradona murió, pero eso está lejos de ser verdad: recuerdos indelebles de una leyenda que no para de nacer

Hace tres años, en plena pandemia, Diego se había cansado de ser Maradona. Y Diego se fue. Se apagó. Atrapado en sus fantasmas, extrañando horrores a sus papás, frustrado por no haber podido juntar a una familia disfuncional que formó luego de entrar y salir de sus propios laberintos. Contrariado, a sabiendas de que no sólo había vivido su vida imperfecta, sino que había vivido y atravesado la vida de otros millones de mortales.

Por que Diego fue el Maradona futbolista -único, irrepetible-, el Maradona director técnico, el Maradona políticamente correcto, el Maradona incorrectamente político, el Maradona que trasciende -en presente, claro- fronteras, el Maradona que hizo una cultura de ser Maradona y una religión de ser maradoneano. Para siempre.

De todo eso, aunque parezca mentira y viviendo a mil por hora, se cansó Diego, con el cuerpo atiborrado de sustancias malditas para anestesiar las penas y los dolores. Buscaba paz. Como podía. El cuerpo dijo basta aquella mañana del 25 de noviembre de 2020, cuando apenas tenía 60 años. Aquel día maldito, marcado por errores propios y extraños, que fue el preludio de un herida que nunca cerró. Ni cerrará. Porque Diego murió. Pero Maradona es eterno. La era de Maradona no tiene ni tendrá final. Por más que algunos iluminados con sonrisa de cartulina se atribuyan el poder de firmarle el acta de defunción a los mitos. Imposible.

Maradona es sonrisas. Maradona es recuerdos. Maradona es contradicciones hermosas -y no tanto-. Maradona es un video de Tik Tok cantando la justa. Maradona es un compilado de jugadas extraordinarias en YouTube. Maradona es una señal divina. Es una estampita capaz de inspirar a Messi para que le dé la tercera estrella a la Selección en Qatar. Es un tatuaje. O miles de tatuajes. Maradona es un mural. En Balvanera, en una pared de una casa abandonada en Villa Fiorito. También en Nápoles, en Bangladesh o donde se te puede ocurrir. Maradona no mancha la pelota como otros. Maradona es un verbo. Porque maradonear no es para cualquiera.

Maradona llora el día de su partido homenaje. Foto: APMaradona llora el día de su partido homenaje. Foto: APMaradona es la inspiración constante de un tipo que lo adoró y que ya ganó ocho Balones de Oro. Maradona es el ídolo de un inglés al que dejó de rodillas en el Mundial de su vida. Maradona es el faro de los chicos del Sub 17 que se jactan de ser sus orgullosos herederos cada vez que ganan en la lejana Indonesia.

Se cumplen tres años de la muerte de Diego. Pero resulta imposible pensar o entender que murió Maradona. Maradona nunca se va a morir mientras alguien lo recuerde. Y es inconcebible concebir que no se hable de Maradona dentro de cientos de años. Si hablamos de tantos que nunca vimos y hasta no sabemos sin fueron mito o realidad. Maradona fue de carne y huesos. Y detenía el tiempo cada vez que hacía trucos con la zurda, cada vez que metía un gol imposible, cada vez que dibujaba una sonrisa. Dicen que los héroes nunca mueren. Y Maradona entró, para siempre, en esa mágica dimensión. Es una leyenda que no para de nacer.

La obra maestra de Maradona

Fuente del video: FIFA

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