Una disputa voto a voto, que incluye ribetes judiciales y denuncias de fraude, es el escenario planteado de cara al balotaje de este domingo, que definirá al próximo presidente de la Nación entre Sergio Massa y Javier Milei, quienes este jueves, cada uno con su estilo, cerraron sus campañas.
A poco más de 48 horas para la elección definitiva, con la veda iniciada, hay coincidencia desde todos los sectores de la política es la paridad existente entre ambos candidatos, los más votados en las elecciones generales del 22 de octubre: Massa logró el 36,7% y Milei el 30%.
De un lado, la denominada campaña del miedo a la que apostó Unión por la Patria, que le redituó en octubre, y del otro, el remozado armado de la Libertad Avanza, con el apoyo del ala más dura del PRO, con Mauricio Macri y Patricia Bullrich, la candidata que terminó tercera en los últimos comicios.
El último día mostró las diferencias entre los presidenciables a la hora de cerrar su campaña. Milei eligió el mecanismo tradicional, con un multitudinario acto en Córdoba, mientras que Massa optó por recorrer lugares de cercanía, que mezcló visitas a un colegio porteño, a una adulta mayor en Berazategui y una cumbre con empresarios a la que un día antes había ido su rival del domingo.
En el medio, durante todo el jueves, se tensó la elección a partir de la denuncia de fraude «colosal» que hicieron desde La Libertad Avanza a la Gendarmería, por el supuesto cambio «del contenido de las urnas y la documentación», las actas de escrutinio, con la presunta intención de favorecer a Massa.
Esas acusaciones motivaron el contraataque del oficialismo, a través de diferentes interlocutores como Aníbal Fernández, actual ministro de Seguridad, quien adelantó que denunciará penalmente a los libertarios que hicieron la presentación judicial.
Por la tarde-noche, pasadas las 20, Milei lideró un acto ante miles de personas en el Patio Olmos de Córdoba, que tuvo como oradora central a Bullrich y a Milei flanqueado por un grupo de dirigentes, la mayoría mujeres, con Victoria Villarruel, Carolina Píparo y Diana Mondino a la cabeza.
Casi 20 minutos tardó el candidato libertario en atravesar la multitud, primero en auto y luego a pie, que lo fue a ver en la provincia donde fue el más cotado en las PASO y en las generales y en la que apuesta a marcar una diferencia decisiva que le permita ganar la elección en todo el país.
Una vez en el escenario, hizo hablar primero a Bullrich, a quien saludó afectuosamente. La presidenta del PRO le habló a los «más de seis millones» que nos votaron y pidió que acompañen a Milei. Luego comenzó la exposición del libertario, que insistió con los leitmotivs de los últimos días.
Sobre todo, enfocó sus críticas al kirchnerismo por la «campaña del miedo» y habló de que el país «ya se encuentra en el infierno». Reiteró los números de inflación, de pobreza y planteó la necesidad de ir hacia una senda de la estabilidad. Criticó al oficialismo por la corrupción y dijo que el 54% del país votó en las generales una opción liberal. Además, insistió en cuidar los votos con los fiscales de La Libertad Avanza y con los de Bullrich y Macri.
Del otro lado, Massa eligió un final de campaña con perfil bajísimo, buscando despegarse del kirchnerismo duro en un almuerzo con los principales empresarios del país, la tradicional cumbre de la CICyP.
«Quiero ser el presidente que cierre la grieta. El pasado ya no se discute más. No estamos discutiendo acá a uno u otro ex presidente. Somos dos los que podemos gobernar desde el 10 de diciembre. Sabiendo de mis errores y fracasos y de mis propias frustraciones, quiero que sean de mi voz y mi boca que todo el esfuerzo y el aprendizaje pienso ponerlo al servicio de la patria», dijo Massa.
De allí, el candidato oficialista realizó una serie de actividades entre Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, apostando a capitalizar el voto joven y el de la tercera edad. Uno de esos encuentros fue con los estudiantes del Colegio Carlos Pellegrini, mientras que el restante fue una visita a una anciana de 104 años en Berazategui.
Lo que viene hacia el balotaje del domingo son dos días de silencio, sin propaganda política por la veda y con la expectativa del cierre de un año electoral intensísimo, al que sólo le resta definir al presidente hasta 2027. Nada menos.