Nuevamente, la carrera por los premios de la Academia echa a correr las apuestas y si bien hay categorías en las que parece estar todo dicho, la que reúne a las actrices principales todavía arroja varias incógnitas. Este año estuvo signado por desaires (Nicole Kidman por Babygirl, Angelina Jolie por Maria), sorpresas y controversias: el regreso de Demi Moore a la cima gracias a su aparición en La sustancia, luego de años de papeles menores y lo que parecía un retiro prematuro; la inclusión entre las nominadas de una actriz desconocida como Mikey Madison, estrella absoluta de Anora, película premiada con la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes; el reconocimiento a la brasilera Fernanda Torres -siguiendo el linaje de su madre, Fernanda Montenegro- por su trabajo bajo las órdenes de Walter Salles en Aún estoy aquí; la performance musical de la británica Cynthia Erivo en Wicked, spin off de El mago de Oz que llega al cine desde Broadway; y por supuesto, el remolino alrededor de la española Karla Sofía Gascón, cuyas declaraciones ofensivas en redes malograron su meteórica carrera a la estatuilla por la singular Emilia Pérez, del francés Jacques Audiard.
Hace unos meses, la exitosa campaña de Emilia Pérez -musical que combina una agenda criminal como la trata de personas y el narcotráfico en México con una puesta operística y artificial, un repertorio cool y voces latinas como la de Zoe Saldaña y Selena Gomez-, parecía alfombrar un camino seguro al triunfo. Pero el creciente rechazo de parte de la crítica latinoamericana por el tratamiento banal de una temática compleja y dolorosa, y por la persistencia de estereotipos en la representación de las comunidades afectadas, se sumó la controversia que envolvió Gascón -primera intérprete transgénero en recibir una nominación al Oscar-, afectando el recorrido de la película y el de su propia nominación. Tras la revelación de viejos mensajes racistas e insultantes publicados en redes por la intérprete española, lo que parecía un triunfo seguro se convirtió en un severo ninguneo y una ostensible desacreditación.
Desplazada Gascón en la carrera, la que asoma como favorita, según las últimas predicciones, es Demi Moore, en lo que sería el perfecto regreso para los estándares de Hollywood. Una actriz que había obtenido popularidad y éxito económico en las películas de los 90 (Propuesta indecente, Acoso sexual, Striptease), luego olvidada en el panteón de las viejas estrellas, con películas menores en los últimos años, y alguna que otra aparición en la prensa (en el último tiempo a raíz de su pasada relación con Bruce Willis y debido a la enfermedad del actor).
El sorprendente triunfo de La sustancia la convirtió nuevamente en el centro de la escena y reveló un talento que hasta ahora nunca había sido reconocido. Su actuación evoca la autoconciencia de su personaje público y de su propia fama, aborda las presiones de la industria del entretenimiento por la juventud y la belleza de las mujeres, y combina con astucia el body horror más pegajoso con los excesos satíricos de la comedia negra. Moore fue la ganadora del Globo de Oro, del Critic’s Choice y del SAG, y qué mejor que coronar ese resurgimiento levantando la estatuilla en la noche de los Oscar.
Y si Demi Moore tiene los mejores números para la consagración, quien debería ganar es Mikey Madison, la actriz revelación de Anora, aquella que no solo concentra la fuerza de la película, sino que resume un estilo de actuación que Sean Baker ha buscado en todo su universo desde sus primeras películas en Nueva York. Conocido primero por la extravagancia de Tangerine (2015), filmada íntegramente con un teléfono celular, y luego por la inolvidable Proyecto Florida (2017), Baker se ha consolidado como el director más importante de la independencia en la periferia de Hollywood, logrando un protagonismo inusual tras su triunfo en el festival francés este año, y dando a Madison un rol a su altura.
Anora es una trabajadora sexual de Nueva York que vive un mágico cuento de hadas con el hijo de un magnate ruso, para luego recorrer el camino del desencanto y la revelación. Película y actriz están siempre en sintonía, Madison recorre todos los géneros que Baker deconstruye: la comedia romántica, el slapstick más desenfadado, la sinuosa frontera entre el noir invernal y el augusto melodrama. Como antesala para su posible triunfo, tiene el BAFTA en su haber, y sería la consagración de una intérprete nueva, un talento que todavía puede florecer.
A la hora de pensar en las actrices de reparto, también las cinco nominadas pertenecen a películas que integran la lista de candidatas a Mejor Película, con lo cual un triunfo temprano en esta categoría (que suele ser de las primeras de la noche) marcaría un camino posible para la gran ganadora de la ceremonia. Están Zoe Saldaña por Emilia Pérez, Isabella Rossellini por Cónclave, Felicity Jones por El brutalista, Ariana Grande por Wicked, y Monica Barbaro por Un completo desconocido.
Estas dos últimas son las que asoman con mayor predilección en las votaciones de la audiencia -según lo publicado por The Hollywood Reporter hace unos días-; en el caso de la cantante Ariana Grande, su popularidad es uno de los contrapesos más importantes para los estándares de Hollywood, algo que ya vimos en el desaire a Lady Gaga por su rol en Nace una estrella. Y Barbaro, quizás la más desconocida de todas pese a tener en su haber roles en series como The Good Cop y Fubar, con Arnold Schwarzenegger, ha consolidado apoyos por su notable interpretación de Joan Báez, la estrella del folk de los 60.
Es claro que para todas las apuestas la absoluta favorita es Zoe Saldaña, por un papel que por el tiempo en pantalla le hubiera valido una nominación en la categoría principal. A la hora de repartir actrices y asegurarse premios, los responsables de Emilia Pérez fueron con Gascón como Mejor actriz, con más a su favor por el personaje y ahora todo en contra sus pasadas declaraciones, y relegaron a Saldaña a la categoría de Mejor actriz de reparto, en la que sigue firme pese al naufragio de su compañera de elenco.
Ganadora del Globo de Oro, el Critic’s Choice, el BAFTA y el SAG, es quizás el único número puesto de toda la temporada. La actriz de Avatar ha intentado despegarse de los dichos de Gascón en cada aparición pública y probablemente muchos votantes entusiastas de Emilia Pérez depositen en ella su apoyo a la película.
Sin embargo, a la hora de evaluar todas las actuaciones nominadas, la que debería ganar es Monica Barbaro por Un completo desconocido. Su acercamiento sutil y poderoso a la figura de Joan Báez esquiva los vicios de las biopic, consigue evocar la potencia operística de la cantante folk, y se integra a la perfección en el universo creado por James Mangold para recorrer el camino de Bob Dylan desde sus comienzos hacia su consagración.
También sería un triunfo justo para Isabella Rossellini, en esta etapa crepuscular de su carrera en la que ha conseguido grandes personajes -por ejemplo, en la reciente La quimera, de la italiana Alice Rohrwacher-, ya que su personaje en Cónclave tiene poco tiempo en escena pero asume el peso de una gran revelación, y su efectividad dramática está integrada a la perfección con la rigurosa puesta del director alemán Edward Berger. Con Rossellini se reconoce la importante trayectoria que lleva consigo la heredera de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini; la premiación de Barbaro sería un hallazgo en lo que se refiere a la valoración de roles musicales, algo en lo que la Academia no suele lucirse. Habrá que esperar a este domingo para develar el misterio.
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