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7 octubre, 2024

Esas experiencias que te abren los ojos

Hace veinte años, alquilamos un dos ambientes en Madrid con mi esposa. La casera, doña Beatriz, era una mujer que hablaba y hablaba. El día que nos dio las llaves, nos dijo:

-¿Habéis visto qué limpio que os he dejado el apartamento? He venido con una asistenta y quedó como nuevo. A propósito, ¡qué cara que está la hora de las asistentas! Bueno, las hay más económicas, pero son sudamericanas y a mí me da un poco de miedo.

Pese a nuestro irrefrenable acento argentino, ella no nos incluía en la categoría de sudamericanos: si le daba temor llevar a una empleada, ¿no sería aún peor alquilárselo a alguien similar? El tema era claro: la distinción no pasaba tanto por el lugar de nacimiento sino por los rasgos y el tono de la piel. La gente mestiza, morena era “el otro”. Nosotros, que étnicamente pasábamos desapercibidos, no.

Esa experiencia casi nimia me dejó huella: ¿cuántas veces uno no ve una realidad porque no la vive? Años después me pasó algo similar en el Once. Estaba probando un vaquero en un negocio de Corrientes y Azcuénaga. Los precios eran bajos, pero a nadie se le ocurría pedir una factura. Un muchacho, con acento boliviano y rasgos amerindios, terminó de comprar el suyo y quebró esa regla. Solicitó el ticket. ¡Zas, pensé, a ver qué excusas le dan! Para mi sorpresa, el vendedor, diligente, se lo entregó. Cuando el joven se fue, me dijo -ya como hablando entre pares- “se lo di porque a ellos se los piden en el tren si hay un control de la policía. Si no lo tienen, les dicen que lo robaron”.

Suelo dictar talleres de escritura. Uno de los objetivos es hacer creíbles los personajes de una historia, que su manera de pensar y actuar no quede demasiada tamizada por la experiencia única del escritor. Pido, entonces, que den vida a un texto en primera persona en el que sean lo que no son. El hombre mayor, un joven; la mujer, un varón; el tímido, un extrovertido, y así. Algunos textos son potentes y emotivos, otros huelen fake. No importa, la práctica irá haciendo lo suyo. Lo importante es la sorpresa de los noveles escritores: “no había pensado de esta manera, vi otra luna”. Pues está ahí, no la obviemos.

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